Quisiera que los servidores públicos en México amaran a nuestro país tanto como Zhang Boling amó al suyo.
Recientemente vi una telenovela china sobre Zhang Boling (1876-1951), quien fundó la Universidad de Nankai en Tianjin. En su juventud formó parte del ejército y combatió contra Japón. Los chinos perdieron la guerra ante la superioridad de las naves y del armamento japonés. Zhang se dio cuenta de que el secreto de los poderosos era el conocimiento, y que sin éste su país no podría progresar.
Decía que para salvar a China debía reforzarse la educación y la salud de sus habitantes. Llevaba a sus alumnos a dar paseos y a observar los puentes hechos por ingenieros europeos. Comentaba que mientras dependieran de los países extranjeros seguirían siendo un pueblo humillado de pobres e ignorantes.
Hoy China no sólo es la fábrica del mundo, sino que es el tercer productor mundial de barcos y tiene una próspera industria aeronáutica. Hoy es protagonista y no actor de reparto, gracias al énfasis puesto en el desarrollo científico y tecnológico. Hoy la imagen de China es de progreso, grandeza, oportunidad, solidez y permanencia.
Zhang amaba verdaderamente a su país y dedicó toda su vida a impulsar la educación y el deporte. Nunca ambicionó el poder para enriquecerse, tenía una verdadera vocación de servicio. Al morir sólo encontraron seis yuanes en su haber.
¡Quisiera que los servidores públicos en México amaran a nuestro país tanto como Zhang Boling amó al suyo!