Seguramente durante las campañas escucharán expresiones y verán historias dramatizadas de los candidatos, unas exaltándolos y otras atentando contra su reputación. Si la imagen no fuera el bien más preciado ¿entonces por qué es tan socorrido el recurso de socavarla para vengarse, destruirla o debilitarla?
Yo propongo a ustedes no creer todo lo que vean o escuchen, los invito a que hagan el esfuerzo de analizar qué intereses y motivaciones hay detrás de una maniobra de descrédito. Esto no sólo opera a nivel político, también en nuestras relaciones interpersonales.
Desde siempre ha sido una práctica eficaz y el único escudo que hay para contrarrestarla es haber forjado una reputación sólida, producto de la congruencia entre lo que se declara y el comportamiento.
“Es más fácil soportar una mala conciencia que una mala reputación” F. Nietzche (1844-1900).
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¹R. Greene & J. Elffers (2009). Las 48 leyes del poder. México: Atlántida.
Totalmente cierto!…por eso hay que ser congruentes con lo que decimos y hacemos…saludos coordiales